jueves, 19 de diciembre de 2013

El daño invisible

 Hoy he quedado con Pupi, mantenemos el contacto desde que compartimos habitación en Hospitalia. Le dije que había estado escribiendo este blog, y le di la dirección para que lo leyera si quería.

Hoy le he preguntado si lo había leído, y me ha dicho que sí, algunas cosas, pero no todo. Porque le recordaba mucho todo lo que habíamos pasado y le resultaba doloroso.

He leído experiencias de mujeres que han pasado por un reposo y la narración suele ser así "Tuve que guardar reposo gran parte del embarazo, pero afortunadamente al final todo fue bien"
No se explica qué supone ese reposo, se pasa de puntillas, por lo mismo que dice Pupi: resulta doloroso recordarlo.


Estar embarazada y tener que guardar reposo por riesgo de aborto o de parto prematuro no es quedarse tumbada descansando, leyendo y mirando la tele.

Es tener miedo. Estar preocupada todo el día.
Es sentirse traicionada por el cuerpo en el que vives, que de alguna manera sientes que te está fallando; y es sentir que ese cuerpo eres tú, y que eres tú la que fallas.

Es dejar de estar preocupada por ti misma, y estarlo por alguien que no puede vivir fuera de ti.
Es pensar en ese bebé que llevas dentro, y amarlo mucho y pedirle que luche y que se quede contigo.
Y es también tratar de no apegarte demasiado a él, por si no lo hace.

Es ser incapaz de decir o incluso escribir "por si se muere". Porque duele demasiado.

Es sentirse triste, y tener miedo de cada movimiento, de cada sensación, y pensar continuamente "¿esto será normal?"

Es sentir la rabia del "¿por qué me pasa esto a mí?" y la gran pena por no poder disfrutar del embarazo sin miedos.

Si además estás en un entorno desconocido como es un hospital, en mi caso se sumaban otras cosas:

La inmensa sensación de dependencia. De no tener capacidad de decidir sobre algunas de las cosas más simples, como la hora de despertarme o de comer, o qué comer, o si ducharme o no. El sentirme inválida, inútil, incapaz, algo que me erosionaba por dentro. Sentirme enferma, sin estarlo. Y tener la preocupación de enfermar realmente.

La sensación de despersonalización, de diluirme en ese rol de "paciente".

La nostalgia que se me tragaba; de mi espacio propio, de mis gatos que no podían entender mi ausencia, de mi pareja, que podía entenderla pero no por ello sufría menos.

La necesidad de tener a mi gente cerca, y a la vez el dolor de verlos allí cada día.

Y siempre el miedo, como un velo negro sobre mí.

Es difícil pasar por una experiencia así indemne. Una se busca estrategias para estar mejor: hablar con las visitas de cosas ajenas al hospital y a lo que estaba pasando; buscar canciones que me hicieran sentir mejor y más fuerte, repetir algunos pensamientos positivos a modo de mantra cuando todo se ponía más feo...

Y escribir este blog.

Miro a mi niña, que nació a las 41 semanas gordita y preciosa, por la que siento un increíble amor.
Y aunque compensa todo lo pasado, no puedo borrar esas vivencias, ese daño. 
Es el daño invisible que queda. Quizá los hay peores, pero este es el mío. 

Y espero que pase el tiempo, y se diluya el recuerdo de lo que pasamos hasta tener a baby Dragona con nosotros.

4 comentarios:

  1. Ahora está todo muy reciente, pero pronto, poco a poco, todas esas sensaciones y recuerdos negativos irán siendo sustituidos por cada uno de los gestos nuevos que la niña hace, por el día a día de la vida.

    Porque lo importante es que al final, en tu película, fue la vida quien ganó.

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  2. No se puede explicar mejor....Pupi

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  3. Expresaste exactamente lo que estoy sintiendo, no estoy internada, estoy con reposo en casa pero tengo una nena de 2 años... imaginate lo dificil que se vuelve todo...

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  4. El Caníbal, sí, eso espero. Que la cicatriz se vaya suavizando. Al final, la vida ganó y sigue ganando cada día ;)

    Pupi... besotes, compañera!!

    Anónimo, si ya es difícil de por sí, imagino que con una niña pequeña aún se complica todo más... qué duro. Muchos, muchos ánimos.

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